Han nacido María e Isidro, o Isidro y María, como dijo Pitágoras: el orden de los factores no altera el producto.
Enhorabuena a estos gigantes recién llegados al mundo, a sus creadores, a sus impulsores y a los que con tanto cariño los pasearon con sus dances por las calles de Ejea, a pesar del molesto viento.
Vivimos fascinados por el tamaño. Inevitablemente, el hombre imaginó a sus dioses enormes, los hizo habitar en moradas construidas con piedras y los representó con inmensas estatuas.
Los gobernantes, conociendo bien el respeto que confiere un gran tamaño, fabricaron colosales representaciones de sí mismos en piedra o en bronce, en una tradición continuada, que va desde las enormes estatuas erigidas por Ramsés II, hasta las cuatro cabezas presidenciales esculpidas en la ladera de piedra del Monte Rushmore, en Dakota del Norte, inmortalizadas en tantas películas y documentales.
La naturaleza también tiene sus colosos y, casi siempre, son mucho más impresionantes que cualquier cosa que el hombre, en sus limitaciones, pueda ser capaz de idear.
La inagotable curiosidad de los niños cuando se les cuenta acerca de ésta o aquella maravilla, casi siempre tiene como reacción inmediata el planteamiento de la importante pregunta: ¿Cómo de grande?.
Si le digo a mi sobrino Gabriel, que he visto un lobo, me dirá: ¿Tío, cómo de grande? Si le contesto que es del mismo tamaño que el perro de su vecina Conchita, me responderá: -Vaya kaka.
Si, por el contrario, le digo a Darío que hemos visto una ballena azul que apenas podría caber en el patio de su colegio, o a Pablo, que algunos de los dientes de los dinosaurios eran más grandes que su brazo, seguramente no podrán reprimir un suspiro de sincera admiración, casi de auténtica veneración. Lo grande es poderoso, y el poder siempre produce esa mezcla de asombro y curiosidad que es el germen de todos los descubrimientos.
María e Isidro, o Isidro y María han nacido grandes, muy grandes, casi como aquel gigante llamado Goliat que nos enseñaron en la escuela, que fue abatido por David de una pedrada en el ojo, con un corazón inmenso, tan grande como la torre de Santa Anastasia, El Bayo, Bardenas, Pinsoro, Valareña y Sabinar juntas, con unas manos grandes, enormes, como si hubiesen sido imaginadas para recoger a puñados los fajetes de trigo. Pero más grande es lo que representan. Y mucho más grande e inmenso a quienes representan.
María e Isidro tienen seis hermanos: Fátima, Raquel, Mossé, Abderramán, Inés y Alonso, son tal altos como ellos, nacieron unos años antes, pero que queréis que os diga, los últimos de la familia son mucho más guapos.
Me llama mucho la atención ver a esta familia de gigantes danzar por las calles. Por lo general, en las comparsas de gigantes de otros pueblos y regiones se limitan a hacer el pasacalles, como si de un desfile se tratara.
Con el discurrir de los años, no se qué vida habrán llevado dos hermanos que nacieron a principio de los años 80, eran el Rey y la Reina. Mariano Bericat “Lubela” y el que suscribe, vivieron de cerca su nacimiento incorporándolos a la comparsa de Cabezudos del ayuntamiento ejeano. En la mayoría de las comparsas que consultamos estaban representados el Rey y la Reina, bien reyes moros, o bien reyes cristianos.
Nacieron tan grandes y pesados que tuvimos que inventar un artilugio para poder sacarlos a la calle, y les colocaron unas ruedas para circular, ahora me doy cuenta del error, que feos estaban esos pies y claro está, nunca pudieron danzar. Supongo que descansaran plácidamente en algún almacén municipal.
Aprender a llevar un gigante sobre los hombros, supongo que no es complicado si se tiene un poco de ritmo y equilibrio. Lo peor tiene que ser, soportar el elevado peso de las figuras, por lo que hay que hacer relevos cada poco tiempo, y en nuestra zona se suma el cierzo que acompaña casi a diario.
María e Isidro, Isidro y María son de los gigantes buenos, o tal vez nunca hubo gigantes malos. Entonces: ¿Goliat y Ronchabichos eran buenos o malos? Eso ahora no tiene ninguna importancia. Los gigantes recién incorporados a la comparsa ejeana, simbolizan algo muy importante para el grupo tan numeroso de personas que vimos y vivimos nacer la colonización.
Si repasamos la historia vemos lo que significa que un pueblo te dedique unos gigantes….. un colono y una colona. Gracias de nuevo a los promotores e impulsores de la idea en nombre de los colonos entre los que presumo de serlo.
El viernes 27 de agosto comenzó un sano debate, que en algún momento me llenó de emoción.
Había opiniones para todos los gustos. Escuché con atención, sin saber los que estaban a mi lado, que estaba grabando mentalmente sus opiniones:
-Que si guapos que si feos. Nuestros padres eran tan guapos, como los que se quedaron a vivir en sus pueblos de origen.
–Que si manos grandes o manos pequeñas. Esas manos llegaban encallecidas del duro trabajo, en las pocas épocas que lo tenían.
–Que de dónde habían sacado ese traje, si se fueron con lo puesto. Recuerdo a mi padre con su flamante chaqueta de pana y a mi madre con los vestidos que ella misma se cosía.
-Que vaya peinados. Bueno, pienso que sí se peinaban.
Pero al final, lo que más escuché fue:
- Me gustan.
Ahora, pasan a formar parte de esa pequeña historia de los pueblos.
Me gustaría destacar la labor que realiza la comparsa de gigantes de Ejea y que a partir de ahora tendrán un nuevo motivo para sudar llevar sobre sus hombros a Isidro y María.
Como anécdota, decir que el otro día comentaba la historia de Maria e Isidro, con un amigo, Ignacio Sicilia, cuya infancia y juventud le tocó vivirla en el “Hospicio Provincial” de Zaragoza. Me explicó que cuando era chaval, un maestro del Hogar Pignatelli, antes denominado “Hospicio Provincial”, fabricaba gigantes y cabezudos. Sentí curiosidad y relato brevemente uno de sus trabajos.
En 1925, el ayuntamiento de Estella le encargó la confección de cuatro gigantes y de cuatro cabezudos.Eligieron dos reyes cristianos y dos reyes moros para los gigantes.
Respecto a los cabezudos, se inclinaron por cuatro de la comparsa de Zaragoza: El Roba Culeros, El Tuerto, El Boticario y El Berrugón, lógicamente con ligeras modificaciones, especialmente en la vestimenta.
Como puede apreciarse en la tarjeta, que se publicitaba en la época, el gigante costaba 300 pesetas y el cabezudo 100, cifra modificada a mano puesto que, en la tarjeta original, aparecía como precio 90 pesetas.
Estos datos están recogidos en la “Pequeña historia de los gigantes de Estella”, de Javier Itúrbide. 1981.
He querido elegir este día para publicar la entrada en este blog porque hoy, día 12 de septiembre, se cumple un año de la presentación del libro de Santa Anastasia “Sin caer en el olvido” y del que todavía la mayoría de la gente, tampoco me hubiese gustado que fuesen todos, presume de tenerlo en sus manos.
Isidro y María, María e Isidro, y toda la gente que representamos a la colonización estamos contentos porque ellos han contribuido a que los pueblos de Colonización y sus gentes, continúen sin caer en el olvido.