A veces, cuando veo a la gente mayor de mi pueblo, pierdo el ritmo de la prisa, porque la mirada se me distrae, hace tiempo, que los contemplo como a sobrevivientes de un largo y duro caminar, el alma se me enternece cuando alguno de ellos me dice: "Jesús, uno menos", son sabedores de mis sentimientos hacía ese manojo de hombres y mujeres que lucharon por sobrevivir en aquellos difíciles años.
Cuando con alguna de las mas mayores repaso las fotografía antiguas, resuena el : "De aquí, casi todos muertos", veo esos rostros de las fotografías siempre antiguos, siempre quietos.... el pasado sábado, añadimos uno más a la frase.
Sigo pensando, que detrás de los citados rostros de aquellas fotografías, hay una novela por entregas, un libro sin grandes lujos, pero con cientos de anécdotas, veo en sus miradas un árbol floreciente como los que pude observar el sábado, camino del cementerio, una historia de carne y hueso que deberíamos reescribir, cierro los ojos por unos instantes y sueño con que volvemos a aquellos años cuando llegamos "al monte", ahora irreconocible, han cambiado los jardines, las casa, los campos, el agua, los aromas, las flores, me veo de nuevo con todos ellos, me reconocen y en mi corazón leen el pueblo de entonces, los ensueños de mi infancia, los de su madurez, los de todas las familias....incluso aparecen mis padres; estamos todos juntos en un sueño que se va poblando de gente tan querida, en especial: El Sr. Domingo, la señora Miguela (qué rápido han pasado los diecisiete años, desde que se marchó para siempre), sus hijos, mi familia, todos charrando y jugueteando en la esquina de la calle Corta, incluso canturrean:
"Por la mañana rocío,
al mediodía calor,
por la tarde los mosquitos,
no quiero ser labrador".
Hasta alguno se atreve con una jota:
"Labrador era mi padre
y labrador fue mi abuelo
y yo como labrador
a una labradora quiero".
Adiós vecino, descanse en paz rodeado de todos aquellos que como Usted, tuvieron el honor de hacer nacer un pueblo y disfrute del afecto de todos nosotros.
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