Jesús Aznárez "El moreno", en la actualidad.
Con los amigos en la plaza España
Junto a Benito Marco, "Motín"
Abajo, el primero de la derecha, es mi padre, hay muchos conocidos, pero ir diciendo vosotros quienes son. La fotografía esta tomada en la casa de los forestales de la Bardena.
Envasando trigo, pueden verse los utensilios que utilizaban.
Mucho se ha escrito, a lo largo de estos últimos años, sobre los oficios tradicionales, perdidos la mayoría de ellos en la actualidad: esquilador, guarnicionero, albarquero, alpargatero, mondonguera, matachín, aguador, ordeñador, hilandera, vareador, afilador, herrador, estañador, picapedrero, segador, soguero, vinatero, lechero, cantero, carbonero, lavandera……. Desde las instituciones públicas se han realizado verdaderos esfuerzos, en recuperar algunos de estos oficios tradicionales, aunque alguno de ellos, se ha perdido para siempre.
En las Cinco Villas, pero muy especialmente en Sádaba y Ejea, había un oficio que se perdió hace muy pocos años, el de “fardero”. Este oficio sirvió, durante muchos años, de sustento a nuestra familia, y he podido recuperar muy poco de él. Sólo me quedan los recuerdos de lo que me contaba mi padre; y lo que me cuenta Jesús “El moreno”, en nuestras charradas cuando me lo encuentro en la Avenida Cosculluela, en una acera en verano y en otra en invierno.
La memoria colectiva es inmensamente rica, por ello mientras seamos capaces de mantener viva nuestra memoria, vivos e inmensamente perdurables, se mantendrán algunos de oficios perdidos en nuestros pueblos.
Oficios, que eran la respuesta a problemas difíciles y puntuales, la mayoría hacían con sus manos verdaderas maravillas, otros necesitaban del esfuerzo físico principalmente, pero sigo pensando que eran auténticas escuelas de la vida, campo de aprendizaje y con una labor colectiva, construida la mayoría de las veces, desde la solidaridad y la reciprocidad, y como dije anteriormente sustento para las maltrechas economías familiares.
Recuerdo, que en algún lugar leí algo parecido a esto: “Nadie enseña a nadie, todos y todas aprendemos juntos mediante el acto de la comunicación”.
Comunicación que me gustaría fuese un acto, donde cada de uno nosotros contásemos lo que somos y lo que sabíamos hacer, muchos de los que leéis este blog, hemos aprendido juntos a transitar por la vida y por eso sigo pensando, que aunque sólo sea en el recuerdo, los oficios antiguos, perdidos o no, nunca tendrían que dejar de existir, de ahí estas líneas de mi libro “Santa Anastasia - Sin caer en el olvido”, cortas, pero llenas de emotividad.
“Eran tiempos difíciles, mi padre tras servir en varios sitios, había enganchado a trabajar en 1.950 de “fardero”, que consistía en la carga y descarga de los vagones de tren y de los primeros camiones; de llenar y vaciar los graneros de trigo de los agricultores; de cargar las segadoras en ALPUEMA…… Para cualquier trabajo que se precisase realizar esfuerzo físico eran requeridos los “farderos”.
La cuadrilla de los farderos estaba formada por: Tiburcio Aznárez, su sobrino Jesús Aznárez “el Moreno”, Pedro Atrián “Marragón”, Santos Morlans, José y Martín Abadía “Rusos”, Félix Villanueva “Bolea”, Jesús Navarro “Haciendas”, Carlos Sierra “Chirón” y Jesús Lasobras “Clavel”, que era mi padre.
Una vez que empezó mi padre de fardero, solía esperar en la esquina de la posada de Diego a que alguien contratase sus servicios. Trabajo no faltaba y el precio que cobraban por sus servicios era superior a lo que se cobraba de peón agrícola. Un familiar de la cuadrilla de encargaba de ir a cobrar por las casas una vez a la semana y en casa de Jesús el “Moreno” se repartía lo recaudado. Solía ser en sábado, y de vez en cuando con el dinero recién cobrado, llegaban tarde a casa tras haberse tomado unos vinos, con el consiguiente enfado de sus esposas”.
Es en Cinco Villas, dónde se le denominaba “Farderos”. Me cuenta Jesús Aznárez “El Moreno”, que solían ir a las fincas de los agricultores ejeanos: Santurriaga, Las Canales, Las Coderas… a sacar el grano almacenado durante el verano, bien para llevarlo al Servicio del trigo, o para cargarlo en camiones.
Treinta céntimos, es lo que cobraban por cada saco de grano que descargaban en los graneros, almacenes y cabañas de los agricultores.
Posteriormente, por el envasado, pesado, atado y cargado, les pagaban 200 pesetas por cada vagón.
Tal y como se recoge en alguna de las fotografías, era típico ver al fardero con el manojo de pitas en la cintura, la lata de llenar los sacos y el badil para ajustar el peso.
En cada camión que llegaba al almacén de Cross, en la carga de remolacha en los vagones del tren, en la descarga de los materiales en la construcción de los pueblos…..ahí donde se requería un esfuerzo especial, ahí estaban ellos, los farderos.
ALPUEMA, lugar donde trabajaban cientos de ejeanos, (desconozco, si alguna vez, se les llegó a reconocer, la labor realizada), también tenían los farderos su trabajo asegurado. Hubo temporadas que se llegaron a fabricar en Ejea alrededor de 2.000 segadoras de la marca ALPUEMA. 40 pesetas les pagaban por cada segadora cargada en los camiones.
Los últimos años, pudimos verlos en Santa Anastasia, cargando pinochas de maíz o pimientos, descargando abono e incluso metiendo la leña en el cine, para la calefacción. La imagen con un saco doblado y colocado en la cabeza, como si fuese un sombrero para proteger la espalda son imágenes, que siempre guardo en mi memoria.
En las Cinco Villas, pero muy especialmente en Sádaba y Ejea, había un oficio que se perdió hace muy pocos años, el de “fardero”. Este oficio sirvió, durante muchos años, de sustento a nuestra familia, y he podido recuperar muy poco de él. Sólo me quedan los recuerdos de lo que me contaba mi padre; y lo que me cuenta Jesús “El moreno”, en nuestras charradas cuando me lo encuentro en la Avenida Cosculluela, en una acera en verano y en otra en invierno.
La memoria colectiva es inmensamente rica, por ello mientras seamos capaces de mantener viva nuestra memoria, vivos e inmensamente perdurables, se mantendrán algunos de oficios perdidos en nuestros pueblos.
Oficios, que eran la respuesta a problemas difíciles y puntuales, la mayoría hacían con sus manos verdaderas maravillas, otros necesitaban del esfuerzo físico principalmente, pero sigo pensando que eran auténticas escuelas de la vida, campo de aprendizaje y con una labor colectiva, construida la mayoría de las veces, desde la solidaridad y la reciprocidad, y como dije anteriormente sustento para las maltrechas economías familiares.
Recuerdo, que en algún lugar leí algo parecido a esto: “Nadie enseña a nadie, todos y todas aprendemos juntos mediante el acto de la comunicación”.
Comunicación que me gustaría fuese un acto, donde cada de uno nosotros contásemos lo que somos y lo que sabíamos hacer, muchos de los que leéis este blog, hemos aprendido juntos a transitar por la vida y por eso sigo pensando, que aunque sólo sea en el recuerdo, los oficios antiguos, perdidos o no, nunca tendrían que dejar de existir, de ahí estas líneas de mi libro “Santa Anastasia - Sin caer en el olvido”, cortas, pero llenas de emotividad.
“Eran tiempos difíciles, mi padre tras servir en varios sitios, había enganchado a trabajar en 1.950 de “fardero”, que consistía en la carga y descarga de los vagones de tren y de los primeros camiones; de llenar y vaciar los graneros de trigo de los agricultores; de cargar las segadoras en ALPUEMA…… Para cualquier trabajo que se precisase realizar esfuerzo físico eran requeridos los “farderos”.
La cuadrilla de los farderos estaba formada por: Tiburcio Aznárez, su sobrino Jesús Aznárez “el Moreno”, Pedro Atrián “Marragón”, Santos Morlans, José y Martín Abadía “Rusos”, Félix Villanueva “Bolea”, Jesús Navarro “Haciendas”, Carlos Sierra “Chirón” y Jesús Lasobras “Clavel”, que era mi padre.
Una vez que empezó mi padre de fardero, solía esperar en la esquina de la posada de Diego a que alguien contratase sus servicios. Trabajo no faltaba y el precio que cobraban por sus servicios era superior a lo que se cobraba de peón agrícola. Un familiar de la cuadrilla de encargaba de ir a cobrar por las casas una vez a la semana y en casa de Jesús el “Moreno” se repartía lo recaudado. Solía ser en sábado, y de vez en cuando con el dinero recién cobrado, llegaban tarde a casa tras haberse tomado unos vinos, con el consiguiente enfado de sus esposas”.
Es en Cinco Villas, dónde se le denominaba “Farderos”. Me cuenta Jesús Aznárez “El Moreno”, que solían ir a las fincas de los agricultores ejeanos: Santurriaga, Las Canales, Las Coderas… a sacar el grano almacenado durante el verano, bien para llevarlo al Servicio del trigo, o para cargarlo en camiones.
Treinta céntimos, es lo que cobraban por cada saco de grano que descargaban en los graneros, almacenes y cabañas de los agricultores.
Posteriormente, por el envasado, pesado, atado y cargado, les pagaban 200 pesetas por cada vagón.
Tal y como se recoge en alguna de las fotografías, era típico ver al fardero con el manojo de pitas en la cintura, la lata de llenar los sacos y el badil para ajustar el peso.
En cada camión que llegaba al almacén de Cross, en la carga de remolacha en los vagones del tren, en la descarga de los materiales en la construcción de los pueblos…..ahí donde se requería un esfuerzo especial, ahí estaban ellos, los farderos.
ALPUEMA, lugar donde trabajaban cientos de ejeanos, (desconozco, si alguna vez, se les llegó a reconocer, la labor realizada), también tenían los farderos su trabajo asegurado. Hubo temporadas que se llegaron a fabricar en Ejea alrededor de 2.000 segadoras de la marca ALPUEMA. 40 pesetas les pagaban por cada segadora cargada en los camiones.
Los últimos años, pudimos verlos en Santa Anastasia, cargando pinochas de maíz o pimientos, descargando abono e incluso metiendo la leña en el cine, para la calefacción. La imagen con un saco doblado y colocado en la cabeza, como si fuese un sombrero para proteger la espalda son imágenes, que siempre guardo en mi memoria.
La hora de la comida
Después, el café. Mi padre nunca dejó de fumar.
Jesús, gracias por tus escritos e historias. Cada vez nos sorprendes más.
ResponderEliminarUn abrazo de un seguidor.
Hola Jesús,
ResponderEliminarrespecto a ALPUEMA: si te refieres a si se reconocia a los trabajadores la labor realizada, supongo que sí, mes a mes en su salario.
Por el contrario, si te refieres a si se reconocio la labor de ALPUEMA por crear riqueza en Ejea, la respuesta es rotundamente no. Más bien al contrario.
Un saludo,
Alfonso Pueyo López
Cuando me refería a la empresa ALPUEMA, efectivamente quería indicar, si alguna vez se le había reconocido en Ejea la labor realizada, cuestión que desconozco.
ResponderEliminarEn el libro "Sin caer en el olvido", si que nombro varias veces a la empresa ALPUEMA, incluso muestro un manual de instrucciones de la segadora modelos P-A-B-CT y un recorte de prensa, de un anuncio publicado en un diario de Cuenca el 5 de junio de 1960.
Como los recuerdos de mi padre, sobre ALPUEMA, siempre eran buenos, ese es el recuerdo que guardo, pasó de fardero a trabajar en la guillotina, y no te puedes imaginar lo contento que venía a casa con sus 340 pesetas semanales.
Por cierto, el precio de 40 pesetas por segadora, según me han contado lo marcó "El abuelo", Alfonso Pueyo Marín, que supongo sería tu abuelo.
Jesús, muchas gracias por el detalle tan bonito que has tenido con mi padre (Benito), lo has emocionado. Te aseguro que se lo leera de arriba a abajo, bueno ya lo está haciendo.
ResponderEliminarPor cierto te has dejado la cazadora, te doy mi movil para que me digas como puedo hacertela llegar.
Un abrazo y una vez mas muchas gracias.
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